LEYENDAS

Historia de una boda

“Los antepasados cuentan que cuando se casaban tenían que hacer sus costumbres. Cuando había matrimonio, los papás tenían que pensar cómo iba a ser,
 con música o con cantos; se ponían de acuerdo con los padrinos en cómo iban a traer la novia a su casa, con qué música. Platicaban entre ellos buscando el tono del canto o de música. Invitaron a los animales para consultar si ellos no sabían algo de canto; pero antes tenían que hacer sus costumbres, los ritos en lugares sagrados, tenían que ser durante 20 días. Ya completando los días la novia y el novio van al cerro a hacer sus rituales a las doce de la noche.

Tienen que estar en el cerro y llevaban guajolote, tepache, mezcal y cigarro; pidiendo su vida a la Madre Tierra y la naturaleza para que vivan bien; piden su dinero, maíz y fríjol. Regresando del cerro inmediatamente van a la iglesia, piden a Dios que no les pase nada en su matrimonio, que no haya enfermedad o malos entendimientos. 
“Cuando llegan a la casa están preparando la comida, empiezan a tomar el tepache y comen, pero todavía siguen pensando en el canto porque ya era el momento de ir a traer a la novia. Pidieron al zorro que empiece a cantar, la canción decía así: ‘Pajk Thxlkë de hxoy, hxoy tsá ku uuy ksá kutsut’, sin embargo, a ellos no les gustó cómo cantaba. Pero el tlacuache quería cantar, y ellos no lo aceptaron; como ese animal es chiquito no querían que cantara. Ellos pensaron que no sabía canciones, por lo que el tlacuache se fue de la casa y siguieron platicando mientras tomaban sus tepaches. De repente escucharon una voz que cantaba bonito y ellos se quedaron sorprendidos, luego dijeron, ‘pues esa canción está bonita, ¿quién es el que canta?, vamos a ver’, dijeron. Salieron a buscarlo, era el tlacuache. Estaba metido abajo del maguey chupando el jugo y ya se había emborrachado, por eso empezó a cantar. De esa manera lo invitaron a la casa pidiéndoselo por favor, pero él se hizo del rogar no quería aceptar, porque antes quería cantar y ‘no me aceptaron’, dijo el animal.

“Ellos le habían dicho que era un animal feo y chiquito, pelón de la cola. Apenas aceptó y lo llevaron a la casa del novio; así fue como trajeron a la novia con esta can
ción que dice así:
‘Pi’jem sheyee shukem sheyee llam
echevoónet llaneche viisnet tshanen eché coom eché
coom eché pi’jneche shuukné eché llan voonet llan eché
viisnet jeen hostm teec hootm’.”

La historia de ahp-tee, “el abuelo grande”

“Recuerdo muy bien
 una historia, una leyenda que cuentan de aquellos tiempos antiguos. Había un ahp-tee, que quiere decir en mixe ‘abuelo grande’. Tenía la forma de una serpiente enorme que vivía en una cueva profunda. En el pueblo juntaban enfrijoladas, es decir tortillas embarradas de frijol molido. Dos niñas comisionadas diariamente le levaban. ‘Ahp-min mike, mha xek’ (abuelito vente a comer), le decían. Al instante retumbaba la cueva, saliendo al boquete, abriendo la trompa para recibir el alimento y se regresaba, y si no, permanecía con la trompa abierta para recibir lo que le daban de comer, hasta entonces se regresaba. “Los pueblos creían que si este monstruo no estaba satisfecho, saldría a devorar familias enteras por las noches. Pero una vez, las niñas se encontraron en el camino al Sol y a su hermana la Luna que, hambrientos, les pidieron las tortillas que llevaban en los canastos. Aunque las niñas se resistieron por fin se convencieron de darles unas enfrijoladas al Sol y a la Luna, quienes se comprometieron a colaborar para satisfacer al ahp-tee. Al llegar cerca del boquete de la cueva, los extraños hicieron lumbre, encandecieron tres piedras, y llegada la hora, las niñas lo llamaron a comer, de inmediato se presentó abriendo la trompa. Enseguida le echaron la primera piedra candente, al recibirla la pasó directo y la arrojó; la segunda ya no la pudo arrojar, con eso cerró la trompa y regresó para jamás volver a salir. Las niñas regresaron con sus canastas de enfrijoladas al otro día de nuevo.
 Acudieron al boquete de la cueva pero jamás volvió a salir